Tu casa, el refugio de la vida.

La sociedad tiene normalizada una forma de vivir que suele pautar tu existencia y tus decisiones. Esos hábitos suelen cerrarte a nuevas experiencias e incluso a expectativas que ni si quiera te planteas.  ¿Tanto miedo tiene el ser humano para limitar sus posibilidades de crecer? Probablemente sea por ello que cuando eres pequeño uno de los primeros caminos que se te enseña es el que llega a tu casa. Ese camino no simplemente representa que tienes un hogar donde te esperan sino que además es el lugar donde tienes que regresar sano y salvo.

Desde pequeño entiendes que siempre tienes un sitio al que volver pero que eso también significa que estas atado no solo a una casa sino a un hogar, algo que puede condicionar las futuras decisiones (se le da un modelo de vida al pequeño y en función de ello actuará de una forma u otra en edad adulta). Sin embargo, mientras tienes ese camino para regresar a un sitio donde te esperan, como se diría en términos de psicología permaneces en "la zona de confort", donde uno se queda a gusto porque en teoría nunca estarás en soledad. Esto es un patrón que se ha reproducido y aparece de nuevo en la madurez ya que por estereotipos la gente se casa y forma familias, muchas veces porque es lo que toca hacer sin ni siquiera sentir o plantearse si esa vida es la que se pretende tener. En momentos de lucidez o de pánico aparecen las dudas de esa vida creada por una mera imposición social sumergida en pleno siglo XXI pues por muy modernos que seamos se ha establecido una opinión pública de que el que mantiene una relación estable es más feliz.

Sin embargo, cuando nos encontramos en una situación extrema, y quizá incluso por necesidad, se comprende que esa atadura, que en un principio es tu escudo, esta rompiendo el pasaje a nuevas experiencias y por tanto a posibles logros. Es entonces cuando uno siente curiosidad por lo que hay mas allá de la manzana de su casa y sale en busca de encontrarse a si mismo.