Sientes la brisa tocar tus parpados,
con la boca entreabierta notas la frescura del aire
apreciando así toda tu vitalidad.
Es un momento íntimo con el propio ser,
un instante de paz que te hace crecer.
Cuando se va el calor
sentimos un vacío
y apreciamos la falta de aquel amor
que quizá nunca existió.
Momentos en los que nos confesamos
a nosotros mismos los secretos más íntimos,
las emociones afloran solas,
salen aquellos complicados de reconocer y valorar,
pues son a veces la causa de nuestra dura condena,
la condena de vivir sin conocernos realmente.
En tu intimidad puede aparecer la soledad,
que a su vez desprende una aroma de libertad
que nos devuelve el deseo de sentir dicha brisa
y rozar el límite de la emoción.
Así renace nuestra ilusión y pasión
de volver a la vida
a pesar de no ser compartida.
Todo fluye,
pues todo es un ciclo,
un espiral vital
para subsistir en una vida terrenal
ya sea para bien o para mal.
Laia Monera
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